¿Recordáis esta fecha? 16 de marzo del 2020. Todos los alumnos de España dejaron de ir a sus centros educativos y acabaron el curso en sus casas. Se hizo lo que se pudo, y lo que se pudo fue un aprobado generalizado y una pérdida importante de contenidos. Casi un año después podemos empezar a sacar conclusiones y advertencias.
La educación online ha generado un gran debate sobre sus pros y sus contras. Los que están a favor y empujan la educación digital al interior de las aulas son el sector privado que quiere explotar un nicho de mercado nuevo y lucrativo. Cuenta con recursos para vender sus herramientas y acude con frecuencia a los medios de comunicación para explicar que están aquí para quedarse y salvar la educación. En contra de esta digitalización tenemos a parte del profesorado y a las familias, que no acaban de ver los beneficios que reportan a los alumnos y a la labor docente.
En kalcudoku hemos seguido muy de cerca a nuestros alumnos y hemos constatado que NINGUNO elegiría la educación online como una mejor opción. Ni siquiera la modalidad semi-presencial. De hecho, ahora que estamos en plena tercera ola de contagios, varias familias nos han comunicado la ansiedad que sufren sus hijos ante la posibilidad de que las escuelas vuelvan a cerrar las aulas.
Por otro lado, hemos observado que durante el confinamiento del curso anterior los alumnos no solo han perdido contenidos. Sino que también se han desmotivado, y mucho. Han perdido rutinas de estudio y organización. Se les ha roto el ritmo, la perseverancia y la capacidad de esfuerzo. Para muchos, el inicio del curso ha sido difícil después de 6 meses sin pisar las aulas. Y hablamos tanto de buenos estudiantes como de no tan buenos.
Pero no sería justo achacar todo al confinamiento. Nuestro sistema educativo para algunos está obsoleto y para otros necesita un empuje, más recursos y un pacto sólido de Estado. La COVID solo ha vuelto a destapar que el sistema educativo es débil y está enfermo. En definitiva, de una forma o de otra, la Educación también necesita ser vacunada.
Pero la vacuna, ¿es la digitalización o es solo un complemento de vitaminas? ¿Es cambiarlo todo porque lo nuevo, por ser nuevo, es mejor? La tecnología y las herramientas digitales son solo instrumentos para ejercer la labor docente. Pero solo son eso, herramientas. Si no hay un proyecto educativo a 30 años vista que sobreviva a los cambios de gobierno, y un compromiso en recursos y formación para las escuelas, la tecnología será una muda de piel con el mismo esqueleto.
A día de hoy, por poner un ejemplo, las tablets solo aportan un beneficio en el ahorro de papel y en el peso de las mochilas de los alumnos. Vemos que las pantallas no superan en lo demás a los libros. Los contenidos son básicamente los mismos, pero cada vez necesitan escribir menos. Y las manos son una extensión de nuestro cerebro para crear y moldear nuestras ideas. Lo dicen los neurólogos, a los que tanto acuden las empresas tecnológicas para justificar los beneficios de sus productos.
Si queremos que las máquinas acaben pensando por nosotros, entonces posiblemente vamos por el buen camino. La educación actual tiene muchas carencias, pero tiene también muchos años de experimentación para contrastar resultados. El mundo digital acaba de nacer y las empresas venden beneficios que no han sido demostrados. Y aun así, los centros educativos adquieren tablets en gran cantidad. Cambian el formato, pero ¿disfrutan los alumnos de una educación mejor y más estimulante?, ¿desciende el fracaso escolar?, ¿da una tablet garantías de recibir una mejor formación?
Nosotros apostamos porque prevalezca el sentido común, la reflexión y la experiencia contrastada. Construyamos una educación mejor con relaciones humanas, con diálogo, con estrategias y planes a largo plazo. Y que la tecnología sea una herramienta que permita agilizar el trabajo y no que la tecnología sea la educación. La educación la tiene que seguir haciendo las personas y el contacto físico, a día de hoy, es insustituible.